Cada año, las comparsas de esquila recorren kilómetros y kilómetros en la Patagonia.
La Patagonia tiene, en su vasto territorio, el 70 por ciento de la totalidad de población ovina del país. Cada año, entre las estancias que se dedican a la cría de ovejas, se movilizan cientos de trabajadores en las denominadas comparsas de esquila, para despojar a los animales de la lana.
La temporada para las comparsas puede extenderse desde julio hasta diciembre, dado que algunos productores prefieren realizar la esquila antes de que los ejemplares tengan cría y, por cuestiones climáticas, en la zona cordillerana es necesario que se realice la actividad durante los meses en que la temperatura es más cálida.
Además, antes de la esquila, está la temporada de descole y pelada de ojos, para que el ganado ovino tenga buena vista, sobre todo para lo que refiere a su alimentación.
Con una curiosa similitud a los circos ambulantes, los esquiladores recorren los campos montando y desarmando sus bártulos, en una rutina que los llevará a convivir lo que dure la temporada zafrera. En camiones, combis o colectivos viejos acondicionados, las comparsas cruzan rutas y caminos maltrechos para cumplir su tarea.
Antiguamente las comparsas, que lejos están de vincularse a las que podemos ver en Gualeguaychú, podían llegar a tener más de 35 integrantes. En la actualidad, dependiendo de su tamaño, están integradas por alrededor una quincena de personas que durante el día trabajan en equipo para cumplir su labor.
os esquiladores son los encargados de obtener los vellones de lana de cada oveja con sus tijeras eléctricas. El playero -que generalmente es el más joven del grupo, y también aprendiz- es quien junta la lana del piso y presenta el vellón en la mesa. Cuenta y paga la lata de cada esquilador.
Los meseros son aquellos que estiran y limpian el vellón, al tiempo que descartan las partes afectadas. El acondicionador clasifica la lana esquilada y la vuelca en la prensa, para luego etiquetar los fardos. El prensero es quien pone los vellones en la máquina y los pisa para poder armar los fardos.
El mecánico es quien afila las tijeras para cada turno de esquila y no falta el cocinero, que es quien primero se levanta y prepara el alimento para los descansos de los cuatro turnos (son turnos de poco más de dos horas, para que la jornada sea lo más productiva posible y los trabajadores tengan descanso).
El paso del tiempo, la baja del precio de la lana y las nuevas tecnologías han puesto en jaque a esta disciplina centenaria.
Quienes lideran las comparsas reconocen que cada vez cuesta más formar los equipos de trabajo, porque los jóvenes buscan otros horizontes laborales. A eso se le suma la reducción paulatina de la cantidad de ovinos en la Patagonia -aunque sigue siendo la región con mayor cantidad de ganado- y también la dicotomía de los ganaderos entre producir lana o carne.
Hay algunos que dicen que es un trabajo en peligro de extinción, pero no son pocos los que aseguran que eso no va a pasar, por lo menos en el futuro cercano.
FUENTE SER ARGENTINO.COM