Echeverría es sinónimo de oveja”, le dije a “Rubencito” al comienzo de la entrevista.
Se rió, pero no lo negó. Y es que la familia Echeverría cría lanares desde hace, prácticamente, un siglo. Y lo bueno es que lo seguirán haciendo, con las nuevas generaciones que continuarán forjando a la majada nacional.
“A mí no me tenes que convencer de por qué criar Corriedale”, le comenté un rato más tarde. Volvió a reírse, pero continuó describiendo las cualidades y las virtudes de la raza. Lo hizo sin titubear, porque la pasión se lleva en la sangre.
Cabaña “La Lucha” data de 1935 y comenzó a través de los cruzamientos de Merino Rambouillet con Lincoln que empezó Rafael Echeverría, abuelo de Ruben, Daniel, Germán y Susana.
El primer tatuaje MO llegó en 1942 con un lote de borregas, la primera tanda Puro de Origen Corriedale. “Hay una foto donde se ve a mi padre con tres años, hoy tendría 92. Es decir que hace unos 89 años que mi abuelo empezó con el Corriedale en La Lucha”, contó.
El trabajo de selección se continuó realizando mediante la compra de distintos padres de cabañas, y en ese primer tatuaje figura un padre de La Esmeralda, un carnero de pedigree.
En 1955 Rafael Ruben (padre de los cuatro hermanos) se hizo cargo del plantel en Los Membrillos, una estancia cerca de Miguelete, y continuó con el trabajo de selección porque le gustó mucho la oveja. En 1960 se empezaron a hacer algunas exposiciones importantes de la zona, que era prácticamente ganadera.
En 1974 llegaron las primeras ovejas pedigrí: se compraron 10 a Iguarán, 10 al Gruñido y otras 20 a La Estrella.
En esos años y con la ayuda de Manucho Cardona, que en ese momento no trabajaba para Escritorio Dutra, se empezaron a vender los primeros carneros para Rivera y Artigas.
“Éramos chicos, pero ya nos gustaba la oveja. Yo estudiaba en la escuela agraria y para incentivarnos papá fue incluyendo el pedigree. Empezamos a cuidar algunos carneros para exposición. La primera fue en Durazno de 1976. Ahí podría decirse que inició la cabaña en sí”, recordó.
En 1976 fue la primera vez que los Echeverría participaron en pista con su genética: llevaron tres corderos dientes de leche que disputaron el podio en Durazno. Aunque reconoció que su trío estaba lindo, el premio final se lo quedó un lote de Alberto Gallinal.
“Quedamos desilusionados, pero era empezar un partido. No nos desanimó, al contrario, nos inscribimos en el Prado. Fue un desafío muy grande porque era impensado, algo muy grande”, contó.
Con el ánimo de un par de amigos que le quitaron “el cuco” a la vidriera genética más importante del país, La Lucha participó en 1976 por primera vez con un trío de borregos, y una vaquillona Charolais.
Luego de obtener el lote campeón y el campeón borrego, saborearon la victoria pero quedaba enfrentar a un animal de cuatro dientes de Stirling. ¿La sorpresa? Gigantesca. “Y así fue como sacamos nuestro primer Gran Campeón, el tatuaje 981 me acuerdo hasta hoy. El cabañero era el Chiquito Urchipitía, que nos dio una mano muy grande”, comentó.
A la noche, festejando en casa de su abuelo Rafael, la familia recibió la visita Humberto Iraola, un referente de la época y quien estaba a cargo del Mejoramiento Ovino. Entre cuento va y cuento viene, les dijo: “Che, Ruben, te felicito, pero en la puta vida vas a sacar otro Gran Campeón en el Prado. Hasta el día de hoy nos acordamos y nos reímos de eso. Los augurios del Vasco, por suerte, no se cumplieron”, contó “Rubencito” entre risas.
Efectivamente no se cumplieron porque el año pasado, en la Expo Prado 2020, los Echeverría levantaron la copa por 14ª vez, con el Gran Campeón Puro de Origen, RP 900.
“Mi padre decía: ‘hay que ser tesonero en la vida, porque un año es malo pero el otro es bueno y si se sigue una línea vas a llegar al triunfo’. El tesón es fundamental en la vida y en el trabajo”, aseguró.
Desde la raíz: los Echeverría nacen con el sello Corriedale. Ya son cerca de 90 años que crían la raza y, según dicen, lo seguirán haciendo…
Uno de los grandes mojones de toda cabaña, y de esta en especial, es su cabañero Ramito quien trabaja junto a la familia hace ya 40 años. “En 1980 entró Ramito, un hombre que ya es de la familia. Tiene un don especial para tratar a los animales. A veces lo agarras distraído y está conversando con los carneros. Sabe cómo cuidarlos, cómo tratarlos. Si un animal está enfermo lo sabe por la forma de caminar o porque se echó a una hora que no era normal. Es un gran valor”, afirmó.
Por precaución y cuidado contra el covid-19, el emblemático cabañero se ausentó en la última pista, pero lo suplantó Francisco, “el negrito”, Echeverría quien tuvo la suerte de que, a sus veinte y pocos años, a su Gran Campeón lo coronara el presidente de la República, Lacalle Pou.
“Fue una gran satisfacción y estoy seguro que no se lo va a olvidar más. Quien no quiere sacar un gran campeón del Prado con veinte y pocos años. Teníamos una hinchada imponente en las gradas. Siempre es muy bueno sentir el apoyo de la familia. Por eso te digo… me parece que esto va a seguir…”, señaló.
Continuando con los Grandes Campeones de La Lucha, por nombrar algunos: el primero fue en 1976 con el RP 981; luego vino el Gran Campeón del ´98, el RP 65, el vellón más pesado y extraordinario; en 1987 se llevaron un doblete: el Gran Campeón pedigree y el cruza; y en 2001 y 2004 repitieron el éxito. Otro carnero que hizo historia fue el 2040 el “Pinguino”; el 6721 fue el Gran Campeón 2011, que también marcó una época para la cabaña.
La pasión por el Corriedale es familiar. Su abuelo la transmitió a su padre y este a sus hijos. La oveja es muy querida entre los Echeverría, tanto por German y Daniel, como por la menor, Susana, quien también heredó el buen ojo. Ahora es tiempo de transmitirle ese cariño a los nietos. Y si bien entre la primada hay lugar para todos los gustos, lo que es seguro que todos llevan el campo en la sangre.
Los pilares. Diversificar la producción fue otra de las enseñanzas que dejó Ruben padre. Por eso, hoy La Lucha se dedica a la agricultura, al tambo, tiene forestación y ganadería vacuna y ovina.
Cuando se empezó a incursionar en los datos de EPD, los tomaron con pinzas. Luego, y con mucha cautela, se fueron adoptando porque los datos objetivos se iban repitiendo en la descendencia. La Sociedad de Criadores de Corriedale ha trabajado muy bien en ese sentido, con seriedad y profesionalismo. “Mismo para las juras es una herramienta muy importante. Los jurados han cambiado, antes se juraba únicamente de forma subjetiva, pero hoy es otra cosa que se suma. Les tenemos confianza y así debe ser”, dijo.
La Lucha también cuida el tipo racial, busca un animal carnicero, con buenos aplomos, pureza racial, con un vellón de calidad cada vez más fino y parejo. “Sabemos que el animal perfecto no existe, pero hay que tratar de buscarlo. Es lo lindo que tiene la genética porque siempre te impulsa a seguir mejorando”, dijo.
Además, destacó que la competencia del Corriedale “es muy sana y saludable”, dado que entre las mismas cabañas se prestan los carneros. “Esa es una de las grandes fortalezas de la Corriedale, no solo por la raza en sí sino por la gente que la integra”, concluyó.
FUENTE LA MAÑANA MANUELA GARCIA PINTO