Hace 24 años el intendente era Ricardo Salles y en tal condición le correspondió lidiar con una de las emergencias más grandes de Magallanes: el llamado “terremoto blanco”.
Eran los tiempos en que el intendente tenía en su despacho personal un teléfono rojo, que conectaba directamente con el Presidente de la República en La Moneda. La conexión era sin intermediarios, siempre y cuando la situación así lo ameritara.
Lo que sucedió a partir de los primeros días de agosto de 1995, y que se agudizó entre el 8 y el 11 de ese mes, donde se registraron temperaturas extremadamente frías, con una nevazón que arrasó 176 mil ovinos, se paralizó la actividad forestal, y las pérdidas según los ganaderos superó los 50 millones de dólares, llevaron al intendente Salles a tomar el teléfono rojo y comunicarse con el Primer Mandatario.
“Llamé al Presidente (Eduardo Frei Ruiz Tagle) y le informé lo que estaba sucediendo en Magallanes. Entonces decidió que Belisario Velasco (subsecretario del Interior) viajara inmediatamente a Punta Arenas”.
Lo que sucedió ese año (1995) es algo que no olvidará más. Esto marcó su paso de los seis años que estuvo en el cargo. “Fue un fenómeno climatológico impactante, uno de los más grandes de los últimos 50 años”, nos dijo Salles, porque a diferencia del aluvión el “infierno blanco” como se le conoció también, afectó a toda la Región de Magallanes.
El 11 de agosto de 1995 La Prensa Austral titulaba “Invierno Catastrófico”. El balance por el temporal era desolador. El muelle de la ex chipera, en Bahía Catalina, resultó destruido. El barco frigoríficio Nayadic terminó varado en el lugar tras sufrir averías en la proa y la inundación de la sala de máquinas.
Otras 8 embarcaciones terminaron varadas. Numerosos vehículos y dos buses con pasajeros aislados en ruta a Puerto Natales. Las pérdidas en la agricultura llegaban a los 3 millones de dólares.
En medio del temporal de nieve, o “infierno blanco”, se produjo un angustioso rescate de pasajeros de dos buses, que estuvieron atrapados dos días en la carretera entre Punta Arenas y Puerto Natales. Entre ellos se encontraban dos mujeres que necesitaban dializarse en forma urgente y fueron rescatadas por un helicóptero de la Armada, desde Morro Chico (Rosalía Vargas y Jackeline Soto).
Belisario Velasco suspendió sus vacaciones y se trasladó a Punta Arenas. Apenas llegó sobrevoló la zona y luego dijo que la ayuda ascendería a varios miles de millones de pesos. “Sin duda esta es la región más golpeada de todo el país”, declaró el emisario del Presidente.
Unos 150 mil ovinos y 6 mil 500 vacunos amenazados por la nieve al sur de Tierra del Fuego, era la cifra que entregaba el ex alcalde de Timaukel, Alfonso Simunovic.
El 10 de agosto, el subsecretario de Agricultura Alejandro Gutiérrez confirmaba el envío de pasto y ayuda financiera a ganaderos por el “terremoto blanco”. Y la declaración de “zona de emergencia agrícola”, para todas las comunas de Magallanes.
Prueba de fuego
“Fue una veradera prueba de fuego”, afirma Salles, sobre lo que te le tocó vivir como intendente.
En este ámbito, destacó el trabajo que desplegó el entonces seremi de Obras Públicas, Yanko Vilicic (que después llegó a ser director nacional de Vialidad), y de su colaborador más cercano, el seremi de Gobierno, Jaime Jelincic (que años después fue intendente).
“Dentro de la poca experiencia que teníamos se tomaron decisiones que afortunadamente fueron decisivas para evitar que se produjeran más daños. Debo destacar y resaltar el apoyo de la Presidencia y de Belisario Velasco que en 24 horas estuvo acá, quedándose como una semana. Llegaron miles y miles de toneladas de pellet, y el trabajo de las Fuerzas Armadas fue esencial, para salir en conjunto de algo que pudo ser peor”, recordó Salles.
El recuerdo de Rendoll
Consultado el actual seremi de Obras Públicas, Pablo Rendoll, del recuerdo que conserva de esa época, señaló que el denominado “terremoto blanco” ocurrido en el mes de agosto de 1995, resultó ser una de las experiencias más complejas de superar por las graves consecuencias que trajo consigo, como también por las serias dificultades que implicaba superar la crisis.
“Me desempeñaba ese año como encargado de Emergencias y jefe de la Unidad Técnica, y si bien el invierno comenzó a manifestarse con mucha anticipación, con muy bajas temperaturas a partir de mayo de ese año, el evento climático de relevancia se produjo en agosto con intensas nevazones en todo el territorio acompañado de vientos constantes con lo cual se generaron voladeros de nieve de gran magnitud”.
Recordó que la emergencia se inició con el aviso de un bus proveniente de Puerto Natales, con un número importante de pasajeros, que había quedado atascado en la nieve a un par de kilómetros de Morro Chico, iniciándose distintos operativos para poder llegar hasta el bus, fracasando todos ellos. “Las intensas precipitaciones de nieve, sumada al viento blanco y los voladeros anulaban cualquier intento de rescate. Finalmente maquinaria forestal desde un predio ubicado cerca de Morro Chico pudo llegar hasta al bus y trasladarlo hasta Morro Chico”.
Como Ministerio de Obras Públicas, las tareas para despejar las rutas fueron extensas y continuas. “Muchas veces debido al viento había que volver a despejar lo que ya se había limpiado. En varios sectores producto de los voladeros, hasta de cuatro metros de altura, se perdía el camino y desaparecían los puntos de referencia, limitando con ello alcanzar un ritmo de trabajo que posibilitara abrir las rutas que permitiera conectar a los distintos puntos del territorio. Aproximadamente un mes tardó esta ardua tarea, para luego enfrentar las consecuencias del deshielo posterior”.
FUENTE: LA PRENSA AUSTRAL